clientes necios

Clientes Necios es una pieza de opinión sobre los estándares dobles en la industria del entretenimiento adulto gay. Claramente, Sor Juana tenía razón.

hombres necios, Sor Juana

Nunca olvidé los versos que aprendí en mi escuela secundaria. “Hombres necios que acusáis/ a la mujer sin razón/ sin ver que sois la ocasión/ de lo mismo que culpáis…”

Aunque ya me había dado cuenta de que era homosexual, todavía no estaba preparado para identificarme con nada femenino. Sin embargo, mi sensibilidad de loca ya respiraba, escondida en mi subconsciente. Como la mariquita inocente y tapada que era, todavía no había tenido la oportunidad de sufrir decepciones amorosas, pero me enamoré de este poema sin realmente entender por qué. 

Ahora, que soy una loca vieja y experimentada, entiendo que no se trata solamente de los hombres. La vida me ha enseñado que la hipocresía y los estándares dobles no tienen género, ni raza, ni credo, ni orientación política, ni pasaporte. Hombres Necios (el verdadero título del poema es Sátira Filosófica) habla de una miseria humana universal, aunque las hermosas palabras de Sor Juana se enfocan en el campo de las relaciones de género. 

De la misma manera, aunque sin palabras hermosas, aquí nos referiremos al campo de las relaciones entre clientes y producto en la industria del entretenimiento gay adulto. Por eso titulamos Clientes Necios. Después de todo, tal vez yo podría haber sido una monja en otra vida. Hoy sigo los pasos de Sor Juana, y denuncio esta miseria humana específicamente en la pornografía y la prostitución.

voyr logo max vs. rhyheim
VoyR es más caro, pero el OF de Rhyheim cuesta solamente 10 dólares y te da acceso completo sin trucos ni sobreprecios escondidos. Demasiado para los berretas del porno.

Tal vez, sólo tal vez, la pornografía sufra menos que la prostitución el problema de los clientes necios. Es que la primera tiene varias ventajas en contraste con la marginalidad casi absoluta de la segunda.

En general, en el mundo occidental, el porno es una industria legal. Sin dudas, la industria toda y en particular los trabajadores sexuales que actúan frente a las cámaras están altamente estigmatizados. Pero es solamente el estigma moral, no el criminal. 

En el contexto de una cultura crecientemente afirmativa del placer sexual, ese estigma moral está perdiendo poder. Muchos creadores porno tienen vidas y carreras públicas, y se rebelan activamente contra el estigma, especialmente desde el boom del porno independiente.

Pero el síndrome de los clientes necios también está presente en la industria porno. El mercado está repleto de consumidores que demandan porno de alta calidad, pero se niegan a pagarlo. Está lleno de fans que declaran su amor y admiración por su estrella porno favorito en una esquina, mientras por la otra andan rogando por materiales pirateados y ni siquiera están dispuestos a pagar los pocos dólares que les costaría apoyarlo. Y ni hablar de los que con una mano se masturban frente a una pantalla, mientras que con la otra teclean su desprecio moralista. 

Claramente, la industria porno está llena de clientes necios. Pero la existencia de un mercado legal permite la construcción de marcas, el branding, como dicen los gringos. Además, la ola afirmativa del placer sexual ha glamorizado la industria, y desplazado el desafío de los clientes hipócritas. 

Aunque la actitud cultural hacia los escorts ha mejorado en las últimas décadas, viene muy atrasada comparada con la prostitución. Ambas son expresiones de trabajo sexual, pero el contraste es notable.

La prostitución es legal en relativamente muy pocos lugares. Al estigma moral, se suma el criminal con un peso abrumador. Casi todos los profesionales que ofrecen encuentros sexuales por dinero llevan una doble vida, y el desafío de los clientes necios pasa a un primer plano.

Los estándares dobles se multiplican. Todos conocemos a las Karens que quieren servicio premium a precios de regalo. A nadie se le ocurriría exigir que le den un mercedes benz al precio de un escarabajo VW, pero el sentido común no se aplica a los clientes necios.

Por un lado, quieren escorts profesionales, puntuales, responsables, bien dispuestos, y talentosos. Por el otro, no tienen el más mínimo respeto por los trabajadores sexuales. En realidad, no creen que sean trabajadores. 

Imagínese a qué niveles de falta de respeto puede llegar una Karen. Si tratan como basura a trabajadores de industrias legales y legítimas, los niveles de deshumanización a los que pueden someter a un prostituto no tienen límites.

Otro doble estándar se aplica a la publicidad de los participantes, lo que siempre ha afectado profundamente la relación de poder con los clientes necios. Claro que así como la necesidad de publicidad de los prostitutos los hace vulnerables, la vulnerabilidad de los clientes radica en su necesidad de discreción. 

clientes necios
Si yo hubiera sido Sor Juana

Sor Juana tenía razón. Clientes necios que acusáis al taxi boy sin razón, sin ver que sois la ocasión de lo mismo que culpáis. Mientras los clientes no vean al trabajador sexual como un profesional respetable, ellos mismos están envenenando la tierra para que nunca crezca un mercado saludable. 

Por supuesto, el problema es más notable en las regiones menos desarrollados. En Estados Unidos y Europa hay más reconocimiento por el valor del trabajo sexual. En Sudamérica tenemos mucho que aprender en este aspecto.

Tomemos el caso de Argentina. Si estudiamos el contenido de muchos de los hilos del Foro Pirata, encontraremos incontables ejemplos de Karens y otros tipos de clientes necios, refiriéndose a los trabajadores sexuales sin la más mínima consideración personal o profesional. Todo lo que importa es el tantrum infantil de los que no recibieron lo que querían por los dos mangos que quisieron pagar. 

Ese es solamente un ejemplo. Aunque con menos frecuencia, también se encuentran casos similares en los foros estadounidenses.

Si queremos mejores servicios sexuales, tenemos que ser mejores clientes. Debemos reconocer la dignidad humana y el trabajo duro de los profesionales sexuales. Debemos estar dispuestos a pagar más, si queremos más. 

Seguimos en contacto.

Hasta la próxima pinga, amig@s!

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